Todavía a mediados del siglo XX, el mosaico Nolla era sinónimo de lujo y de máxima calidad, y quien pavimentaba su casa con algunos de los miles de dibujos posibles, a base de combinar losetas de diversos tamaños y cientos de colores, demostraba su buen gusto y también su buena situación económica. Una casa de cualquier pueblo de la huerta de Valencia con la entrada reluciente de mosaicos Nolla era tenida por una 'buena' casa, o sea, de gente de posibles. Ahora, pasado el tiempo, casi cuarenta años después de cerrar la fábrica, los mosaicos de Nolla que quedan, que son muchos, son objeto de auténtica veneración por su originalidad y gran belleza, así como por la calidad intrínseca del producto, que en su época fue el pavimento más resistente, y todavía hoy sorprende a propios y extraños por su factura y gran dureza.
En Meliana, donde estuvo la fábrica (primero en un sitio y después en otro), se vive una auténtica efervescencia por la reivindicación del valor de los mosaicos Nolla, en paralelo al hecho de que el producto se ha revalorizado, los entendidos lo alaban, se recuperan y aprecian en anticuarios losetas de derribos que antes iban al escombro y abundan las restauraciones. Y como crece la demanda por restaurar, surgen también expertos que se especializan en ello, como Salvador Escrivá Penella, de Catarroja, que se ha convertido en una referencia ineludible en este tipo de trabajos. Ahora mismo, el equipo de Salvador está restaurando los mosaicos del Ayuntamiento de Meliana. La estructura de la Casa Consistorial ha sido reforzada y en la operación hubo que levantar los pavimentos de Nolla, pero desde el primer momento se tuvo claro que había que volver a colocarlos.